IL Pomodoro, genuinamente italiano
El aceite de oliva, la pasta y la pizza son parte de la identidad de esta familia de inmigrante italianos. Provenientes de Forte dei Marmi, los Marchetti llegaron a Costa Rica en los años ochenta.
La idea de abrir un restaurante italiano empezó a rondar por sus cabezas. Fue entonces que para 1980 abrió sus puertas el restaurante Maybo frente al higuerón en San Pedro. Pero para don Romano la pizza era lo suyo. Así que en 1986 abrió una pequeña pizzería en las cercanías de la Universidad de Costa Rica, donde la idea inicial era abrir una pequeña ventana y vender la pizza por porciones. Dentro del local tenían una cuantas mesas para atender a la clientela. Poco a poco se dieron a conocer hasta que se hizo necesario ampliar el local a lo que es hoy.
La familia creció y en 1993 abrió sus puertas su segundo local en Escazú. Yo atendía personalmente a los clientes y aunque vivo en San Pedro, todos los días viajaba a Escazú para ver que todo estuviera bien, comenta doña Anna Marchetti. No en vano, para los Marchetti su presencia en el negocio hace que todo funcione. Todos los días estamos ahí para ver cómo sale la comida, atender personalmente a nuestros clientes y recibir la mercadería, agregó.
Como dato curioso, el nombre Il Pomodoro tiene un significado muy especial para Don Romano. Doña Anna explica que importan 4,050 latas de 5 kilos de una especie de tomates italianos que aquí no se ha logrado cultivar.
Con respecto a la capacitación del personal, ésta se inicia en Il Pomodoro en San Pedro. Todo empleado que llega aprende a preparar la pizza como sólo los Marchetti pueden hacerlo. Hacemos una pizza artesanal, por eso no medimos la cantidad de ingredientes, se hace como uno quiere, dice Doña Anna. Sin embargo, Andrés comenta que ellos junto con sus empleados forman una gran familia y por esto, tenemos una baja rotación de personal ya que todos se sienten como en casa.
Al igual que sus clientes, los Marchetti se preguntaron si al abrir el edificio frente a la Plaza Roosevelt, iba a desaparecer el local de la Universidad. Pero el cariño y la clientela pudo más. Quisimos probar con los dos juntos y nos dimos cuenta que ambos están siempre llenos. Hay días que tenemos fila aquí y fila allá, comentó orgulloso Andrés.
Definitivamente la calidez y la unión de esta familia hacen de Il Pomodoro un lugar donde el cliente siempre quiere volver. Mientras la gente nos pida ahí estaremos. Nuestra comida es sana, de calidad y genuina porque lo llevamos en la sangre. Hay muchas zonas donde estamos pensando en abrir pero no queremos sacrificar la calidad. Si es necesario tener menos, será lo mejor. A