El mayor problema surge con los alimentos imposibles de combinar, porque los hay. El vinagre o las alcachofas son muestras de ello. Pero se pueden buscar soluciones. Una de las mejores combinaciones para el vinagre es el agua, aún mejor si tiene gas. Cuando se quiera utilizar una ensalada, se puede recurrir al truco de sustituirlo por vino propiamente o por un aceite de nuez o de avellana.
En el caso de las alcachofas, su problema se debe a la cinarina, una sustancia que segrega esta verdura y que consigue que el vino adquiera un sabor metálico y algo amargo. La mejor solución es acabar con la cinarina echando unas gotas de limón sobre la comida.
Vinos tintos, una cuestion de gusto
No existe un vino tinto igual a otro. Cada variedad de uva ofrece características propias que la hacen inconfundible a la vista, al gusto y al olfato. Si a estos factores se suman las preferencias personales sobre años específicos de cosecha, nombre y reputación de la viña o marcas reconocidas, las combinaciones pueden ser inagotables. Pero si se tienen en cuenta algunas recomendaciones básicas, la elección final no debe ser tan complicada. Como punto de inicio, los tintos van desde ligeros hasta robustos, dependiendo de la cepa y del proceso de elaboración.
La variedad tinta más ligera es Pinot Noir. Para algunos esta cepa puede parecer ligera y sin gracia, pero existen en el mercado atractivas versiones de elevada concentración aromática y de buen cuerpo y elegancia gracias a su paso por barrica de roble francés o americana. Un vino de este tipo combina deliciosamente con un pollo al horno sin mucho condimento ni salsas, un salmón a la plancha o sushi.
El siguiente vino en la escala ascendente hacia la complejidad es Merlot, originario de Burdeos. Sus taninos (astringencia o sabor amargo característico de los tintos) son más fuertes que los presentes en un Pinot Noir, pero aún así siguen siendo ligeros y dulzones. Un Merlot es una opción segura para mezclar casi cualquier tipo de plato: desde salmón, pavo y cerdo, hasta quesos brie y gruyere, pasando por tomates, berenjenas y pimientos.
Mientras que el Syrah, es un vino que, por su voluptuosidad, se acerca más al Cabernet Sauvignon. Sin embargo, es más jugoso y contiene taninos más redondos, es decir, menos agudos y punzantes en la boca y el retrogusto.
Otra uva tinta, rica en sabor y aromas, es Malbec. Originario del sudoeste francés, es una variedad rica en colores púrpura y de baja acidez. Hace excelente pareja con carnes rojas, aunque no en exceso condimentadas.
El Cabernet Sauvignon es un vino oscuro e intenso, con acentuados taninos y buen cuerpo. Y casi es el único tinto que mejora con el envejecimiento. Para reducir su fuerza e intensidad, suele mezclarse con Merlot o Malbec. A la hora de elegirlo como acompañante gastronómico, es agradable con tocino, carnes rojas, jamón crudo, pato y cordero.
Pero quizás la recomendación más práctica a la hora de enfrentar el dilema, es que el vino tinto no debe tapar el sabor de los alimentos, sino potenciarlos y complementarlos.
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