Empresarios, chefs, propietarios de restaurantes y profesionales en salud y nutrición se reunieron para el lanzamiento en Costa Rica del movimiento gastronómico Slow Food., filosofía gastronómica que combate el frenesí de la fast life.
Slow Food reivindica el derecho al placer que proporcionan los alimentos propios de cada región y sus formas artesanales de cultivo y cocción, asimismo combate la estandarización del gusto y protege los lugares tradicionales para disfrutar de los alimentos, como restaurantes, pastelerías y cafés.
Esta corriente gastronómica es introducida al país por personalidades del ámbito gastronómico y empresarial, entre ellos, la chef Isabel Campabadal, los expertos en gastronomía Giuseppe Tarnero y Alfredo Echeverría y los empresarios Piero Schettino, Jan W. Holtermann, Rodrigo Garnier, Jurgen Mormels, Bárbara Durán y Pietro Poma-Murialdo.
Esta doctrina alimentaria se considera el eslabón entre la ética y el placer, porque busca restituir la dignidad cultural a la comida, promover la educación del gusto, defender la biodiversidad, preservar el ambiente, recuperar recetas tradicionales y regalar un placer al paladar, explicó Piero Schettino, presidente y miembro fundador de Slow Food en Costa Rica.
Conocida también como eco-gastronomía, Slow Food exalta la producción alimentaria artesanal, la pequeña agricultura, las técnicas de pesca y ganadería artesanal y la diferenciación de sabores. Según sus preceptos, el consumidor tiene derecho a disfrutar de una alimentación de calidad y de recibir información sobre sus beneficios.
El placer de la buena mesa
Slow Food fue creado en 1986 por el biólogo italiano Carlo Petrini, quien pensó en la necesidad de iniciar una asociación sin fines de lucro, que rescatara el placer de la buena comida ante la invasión de la comida rápida.
Desde su creación, Slow Food ha luchado por reivindicar la soberanía alimentaria de todos los países, abogando en pro del derecho de cada comunidad de decidir qué quiere cultivar, producir y comer. Motiva el consumo de platillos tradicionales y la agricultura sostenible, respetuosa del medio ambiente, la identidad cultural de los pueblos y el bienestar animal.
Como símbolo del movimiento se utiliza la figura de un caracol, porque representa la lucha contra la velocidad, considerada por el fundador como la gran obsesión del mundo moderno. Actualmente, más de 80.000 personas de 105 países en los cinco continentes forman parte de la organización, que se divide en ramificaciones locales, cada unidad es llamada Convivium.
Ahora, Costa Rica cuenta también con un Convivium, que servirá de voz de la cultura gastronómica del país. Sus fundadores pretenden que a partir de ahora, muchos costarricenses se sumen a este movimiento.
Al rescate de la alimentación tradicional costarricense
Bautizado como Slow Food Caracol Boca del Monte, en homenaje al nombre original de la capital, el Convivium en Costa Rica desea involucrar a todas aquellas personas interesadas en rescatar la cultura gastronómica nacional, el disfrute de los platillos autóctonos y de los alimentos tradicionales.
Deseamos motivar al costarricense a formar parte del grupo, así como a redescubrir y valorar las recetas y los productos autóctonos para reconquistar el control de nuestras vidas a través de los alimentos que comemos, disfrutando de su gusto de una manera más tranquila, amistosa y afable dentro de nuestras casas y comunidades, explicó Schettino.
Los requisitos para formar parte de Slow Food Caracol de la Boca del Monte, que actualmente cuenta con 44 miembros, son el compartir y divulgar la filosofía del grupo, llenar una boleta de afiliación y cancelar una membresía familiar anual de US$65, que le dará derecho a recibir información internacional sobre el movimiento y a participar en diversas actividades de capacitación sobre el tema.
Para mayor información, los interesados se pueden comunicar al correo electrónico [email protected]