A los 8 años, Arelyz Fonseca subió por primera vez el Chirripó. En esa ocasión, impresionada por la belleza del paisaje de los Crestones, le dijo a su padre que le gustaría morir en ese sitio. Desde entonces Fonseca ha subido el cerro casi un centenar de veces, aunque solo una más como turista y el resto ha sido por trabajo, pues ella es la que se encarga de preparar la comida para los grupos de caminantes que conquistan la montaña.
Aunque admite que le encanta subir, confiesa que cada vez que llega al kilómetro cero dice entre risas, desvelos y hasta cierto arrepentimiento: Dios mío que vamos haciendo aquí a la 1:30 se la madrugada. Desde hace un año, un grupo de cocineros y cocineras de la zona se unió a la Asociación de Guías, Arrieros y Porteadores de San Gerardo, que se encarga de dar servicios de orientación, traslado de equipaje y ahora alimentación, a los grupos de turistas que suben el Chirripó. Fonseca comentó que el menú que ofrecen por lo general es el típico costarricense, pero ello varía de acuerdo con la compañía que los contrate.
Comenta que le gusta la experiencia de subir a cocinarle a los grupos y ver la cara de felicidad de quienes disfrutan silenciosamente de una sopa caliente, después de una caminata de hasta 12 horas. Cada grupo es diferente y eso es muy bonito.
Recalcó que el turista nacional es su mejor cliente. Los ticos son los que más utilizan los servicios de transporte de carga y alimentación que ofrece la asociación. El extranjero es más dado a cargar su maleta y llevar su comida.
El cerro sigue siendo un sitio mágico para Fonseca, quien no deja de sentir admiración por los Crestones, un sitio que la transporta a otro mundo. Apetito 62.2008