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VinoDe bastardo a príncipe

Alejandro Redondo11 años ago1189410 min

No siempre lo mejor de algo corona en su inicios, como muchas cosas que suceden en la vida, tradición y vanguardia son dos palabras peligrosas, asi como la moda y la tendencia desencadenan la gloria de un producto, pueden  sucumbirlo en la miseria total sin merecerlo

Paris, Francia. Mediados del siglo XIX. Inicia la historia de miseria y obscenidad, hasta la gloria en nuestros días. Largas décadas han pasado para lograr que los ojos del mundo apreciarán la belleza y sensualidad de un hijo bastardo, despreciado por sus progenitores, desterrado a cuevas escondidas donde la luz no permitía observar su belleza, eran más los defectos de ese pobre hijo, que su real hegemonía cayó en las manos de plebeyos para brindar como reyes. Brilló por luz propia, hasta no hace muchas leguas de la mano de completos extraños, para admiración de propios.

Los hijos perfectos eran de colores pálidos y cristalinos, llenos de vida en sus delicadas burbujas y aromas de gloria, a los que se consentían con largas horas de sueño y reposo para que desarrollarán toda su belleza y perfección; mientras esto sucedía, uno igual a ellos era desterrado por sus desconocidas virtudes, para que el pueblo se embriagara con su divina beldad.

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Esta es la historia del hoy día aclamado, Champagne Rosé. Sucede que por aquellos días –lejanos- la perfección del champán era considerada obras de arte que carecían de tonalidad rosas y que por el contrario eran cristalinos, de tonalidades pálidas, con perlajes largos dignos de la corona.

No se puede mencionar el champán, sin recordar sus inicios, de la mano del monje benedictino, Dom Pérignon. Este personaje –abad de Hautvillers- nació en 1638, fallecido en 1715. Sería el hombre clave en el futuro de champán –champagne-; la historia cuenta que era ciego, gran catador y conocedor de sus uvas, al punto de predecir de cual viñedo procedían. En 1661, a sus 23 años ordena hacer una gran cava con capacidad  para más de 500 barricas. La abadía contaba con 12 hectáreas de viñedo, las uvas las recibía como cobro del diezmo, procedente de viñedos excepcionales, Ay y Avenay. Dom Perignon, inventó el proceso de fabricación del champagne, desesperado, ya que sus vinos blancos espumantes explotaban literalmente en sus botellas, por lo que ideó reforzarlas y taponarlas con corcho procedente de España, de tal manera controló la segunda fermentación en botella, conocido como el método champenoise. Así inicia la historia de este vino espumante, predilecto por excelencia entre los de su género.

Si bien Dom Pérignon, no es el culpable de ocultar el champán rosado, sentó las bases para que en la actualidad disfrutemos de su majestuosidad.

Las razones por cuales el champán rosé fue escondido y tratado de forma insulsa, se debió a que su color no era el pálido perfecto que se buscaba, por lo tanto era considerado un vino defectuoso, casi inperdonable llamarle champán, aunque lo era sin duda.

La pregunta. ¿Cómo alcazaba tonalidades rosadas? Recordemos que el champán se produce con dos uvas tintas –pinot noir, pinot meunier- y la uva blanca chardonnay. El contacto con el hollejo –piel de la uva- de las uvas tintas trasladaba el color al mosto en el proceso de maceración, por lo que pensar en un contacto prolongado, generaba en el vino base colores mas intensos del pálido que se buscaba. Ahí nació la mala gana que se le tenía al champagne rosado, al punto que los responsables de tal error eran recriminados, saber Dios como les fue.

Pero nunca falta la astucia, algunos bodegueros suspicaces, no lo desechaban, sino mas bien, lo vendían a burdeles y tabernas donde el pueblo bebía sin importar su color, mas aun, que estas eran oscuras y no se alcanzaba a ver tal monstruosidad –sentido figurado por supuesto, digamos que el cuasimodo de los champagne-, así que se vendía sin mayor inconveniente, además imaginamos, su bajo precio, contrario al de hoy día donde los mejores exponentes son considerados grandes joyas, su precio es por supuesto, considerable. Este es un claro ejemplo de la máxima, “la belleza, tiene un alto precio”, no cabe duda.

En el siglo XX, sale de la oscuridad, para ser mostrado a la luz pública como un prestigioso y hermoso champagne. Si bien es cierto, Nicolás Ruinart funda la primera casa de champagne en el año 1729, no es hasta 1775 que la primera bodega en embotellarlo y comercializarlo como champagne rosado, fue la bodega hoy día conocida como Veuve Clicquot Ponsardin –veuve= viuda-. Vale la pena hacer un fugaz recorrido por la larga historia de esta bodega, ya que no era nada común en la época -1805- que una mujer, Barbe Nicole Ponsardin, asumiera las riendas de un negocio de vinos, luego de que su marido Philippe Clicquot muriera a la edad de 33 años; a partir de ese momento fue conocida como Madame Clicquot –de tan solo 28 años-. A la edad de 89 años muere Barbe Nicole Ponsardin, su hijo asumiría el negocio y en su honor crea el gran champán La Grande Dame Rosé, elaborado solo en años excepcionales.

Curiosamente han pasado más de 100 años para que las bodegas de Champagne mostraran orgullo por sus vinos espumantes rosados, convirtiéndose de bastardo a príncipe.

¡Salud!

One comment

  • Jose Milleau

    31/10/2014 at 15:34

    c’est magnifique!!!

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