Muchas empresas son el resultado del sueño del fundador, quien tiene perfecta idea de adonde quiere ir, pero no siempre logra dirigirla con éxito. Estadísticamente sólo el 70% de las empresas familiares supera el tercer año de vida y el 3% llega a la tercera generación.
¿Cómo salirse de este círculo?
Cuando se inicia un negocio y se percibe que la pequeña empresa creada con tanto esfuerzo tiene posibilidades de crecer, es imprescindible pensar estratégicamente.
¿Qué significa eso? Hay una pequeña historia que refleja esa sutil diferencia entre la tarea de todos los días y el trabajar sabiendo cual es el fin.
Un hombre pasaba por una obra en construcción y vio que había tres operarios haciendo aparentemente la misma tarea. Llamó su atención que mientras el primero parecía agobiado por el trabajo, el segundo estaba más contento mientras que el tercero lucía más que entusiasmado y hasta cantaba mientras trabajaba.
Curioso se acercó al primero y le preguntó que estaba haciendo, este, bruscamente le contestó: ¿No lo ve usted? ¡Estoy poniendo ladrillos! Cuando le hizo la misma pregunta al segundo, contestó muy cordial: Estoy levantando una pared. Se acercó al tercero, interrumpió su canto y le preguntó ¿Y usted, que está haciendo? La tarea más importante de mi vida, levantando la catedral de mi pueblo, dijo.
Ese es el primer paso de cualquier negocio: saber cual es nuestra Catedral.
Muchas empresas son el resultado del sueño del fundador, que es el que tiene perfecta idea de adonde quiere ir y en que quiere transformar su creación.
Otras veces las empresas crecen producto de conocedores sobre cómo ofrecer un producto o servicio, o copiando un modelo de negocio. Este tipo de empresas son las que viven agobiadas por el día a día, continuamente solucionando problemas y esperando el próximo.
La Misión de una compañía define exactamente cual es el camino, las decisiones del día a día, la meta inamovible y el faro que le guía por la ruta elegida.
En el libro Los siete hábitos de la gente altamente efectiva S. Covey sugiere un ejercicio para definir las metas personales que es muy claro y movilizador:
Cierre los ojos e imagine que se está dirigiendo a un funeral, imagine que para despedir el cuerpo, un grupo de personas van a decir unas palabras definiendo la personalidad del difunto.
Al acercarse, ve que quien está en el ataúd es usted mismo. Superada la primera impresión, imagine cada uno de los discursos. ¿Que le gustaría que dijeran de usted cuando ya no esté?
En cada uno de esos discursos usted tiene definidas sus metas, su misión, sus acciones de cada día.
Un mecanismo similar puede usarse para encontrar y definir la Misión de una organización, debemos definir:
¿Cómo queremos que nos vean nuestros proveedores?
¿Cómo queremos que nos perciban nuestros clientes?
¿Cómo queremos que se sientan nuestros empleados?
¿Cómo queremos que nos vean nuestros competidores?
¿Donde queremos estar dentro de cinco años y cómo seremos dentro de diez?
¿Quien va a dirigir la empresa en cada etapa?
¿En que nos vamos a destacar?
¿Como separamos empresa y familia?
Como cada organización es un ente único, cada una debe plantearse sus propios enunciados a definir.
Del desarrollo de estos enunciados van a surgir qué valores van a regir y que cultura empresarial se debe implantar para definir la Misión de la empresa.
Estadísticamente sólo el 70% de las empresas familiares supera el tercer año de vida y el 3% llega a la tercera generación.
Esto se debe a la falta de capacitación y estrategias claras, y a un tipo de dirección que debería ser adaptado a cada etapa de crecimiento de la empresa.
También, comúnmente, la mezcla de afectos familiares y necesidades profesionales de la organización, se convierte en un lastre del crecimiento.
Existe una sola solución para la supervivencia de estas empresas: La Profesionalización.
Tomado de: www.degerencia.com
Escrito por: Santiago Eduardo Antognolli