Hace algunos años se viene hablando de vinos con menor grado alcohólico. Esto no significa eliminar el alcohol del vino, eso es otra cosa.
Se conoce a este proceso como osmosis inversa, siendo este un procedimiento muy costoso y los resultados no son los mejores. En ambos casos, el consumidor mundial es que lidera estas tendencias.
A raíz de ésta necesidad, influenciado por el control de alcohol en carretera en el mundo en general, por la cero tolerancia y aspectos sociales como el alcoholismo, es que se ha venido valorando que los vinos tengan menos alcohol.
Otro aspecto, el cual personalmente valoro mucho es la capacidad que tiene un vino de alcohol moderado –hasta 13 grados de alcohol- para adaptarse a la dieta del consumidor con más facilidad. En la medida que los vinos tengan menos alcohol, son menos pesados, más fáciles de consumir y por ende aumentan su rotación.
Punto y aparte. El vino moderno aqueja de manipulación, lo cual ha sido un tema también de debate. El objetivo de los buenos vinos, es que reflejen su carácter, su identidad, que expresen el “terroir”. Para eso la intervención del hombre debe ser casi nula. De tal manera que toma mucho valor, la frase célebre que dice “el vino se hace en el viñedo”. Menciono esto porque a veces se mal entiende, que menos alcohol en los vinos es manipularlos en todo el sentido amplio de la palabra. Se puede hacer. Pero no se debería. Será tema para desarrollar en otra ocasión.
Seguimos. ¿Cómo se puede hacer un vino con menos alcohol? ¿Dónde queda la madurez fenólica de la uva? ¿Se altera la estructura del vino? Las respuestas y posiciones al respecto son variadas. Desde agregar agua al vino –como se hace con los destilados para bajar la graduación alcohólica-, práctica que está totalmente prohibida cuando de vino se trata. Hasta inclusive, hacer doble vendimia, o sea cosechar con una madurez distinta una de otra, vinificar por separado y después hacer un ensamble, evitando en todo caso la sobre maduración, la sobre extracción, potenciando el balance organoléptico, manteniendo una acidez refrescante y una carga tánica agradable. En conjunto, un gran vino. Vinos tomables. Ricos. Interesantes. Fáciles. A su vez sencillos.
No cabe duda que se ha entendido así, que los buenos vinos, son estructurados, con alto contenido de alcohol. Justificado en la relación entre alcohol, acidez y tanino como componentes fundamentales para soportar el paso de los años. Es un hecho que son vinos más pesados, no tan fáciles de beber en su juventud, vinos que requieren de una atención especial. Esto está cambiando poco a poco. Por el simple hecho de que el consumidor quiere vinos que pueda beber y disfrutar hoy, y no tener que esperar. La vida es corta.
Está claro que el consumidor del Siglo 21 quiere vinos ricos, fáciles de beber, que inviten a una segunda botella, vinos que sean interesantes pero no una bomba, vinos versátiles, para todos los días, con una buena relación precio calidad. Es lamentable encontrar Pinot Noir de 14 grados de alcohol o más, por ejemplo.
Vinos con menor grado alcohólico significan, mayor rotación, más volumen, más consumidores, una oferta más amplia y con mayor demanda, significa cambios en las costumbres de consumo y compra. Menos, es más.
Fundamental aclarar en este apartado de consumo, que el fin no es que se beba más cantidad. No podemos olvidar que el consumo moderado, responsable, es un consumo inteligente.
¡Salud!
One comment
Gina Sotela
26/02/2014 at 18:01
Muy interesante este tema. Personalmente me parece que definitivamente es rico tomarse unos vinitos, pero no con tanto alcohol. Ya 14 grados o mas es mucho. Son pesados. Astringentes. Que para tomar solos, es imposible. Ocupan platos fuertes.
Gracias.